Conocer el funcionamiento de una cerradura es, cuando menos, un dato interesante. Pero si necesitas reparar una avería o intentar desatascarla, más que una mera curiosidad, es un asunto indispensable para poder trabajar con seguridad y evitar que por error, termines dañándola irremediablemente.
Por otra parte, al conocer los principios de funcionamiento de estos dispositivos, podrás hacer un mejor uso y entenderás cómo y por qué es necesario hacerles cierto mantenimiento periódico. Además, de este modo podrás determinar con precisión el grado de seguridad que te brinda la cerradura que tienes instalada en casa y decidir si, en definitiva, es el tipo de cerradura que realmente necesitas.
¿Cuál es el origen de la cerradura?
Conviene repasar la historia de las cerraduras y remontarnos a sus orígenes. A pesar de que no se sabe a ciencia cierta la fecha exacta de su invención, los primeros datos apuntan que las primeras cerraduras datan del año 2500 a.C. y fueron utilizadas en Asia Central. Obviamente se trataba de mecanismos muy simples y primitivos, pero nos permiten aseverar que la protección de los bienes y personas era ya un motivo de preocupación en las civilizaciones antiguas.
Estos primeros modelos de cerradura siguieron en uso, con pocas modificaciones hasta aproximadamente el año 500 a.C., cuando fueron sustituidas por otros sistemas más parecidos a los que conocemos en la actualidad. Aunque a simple vista no sea evidente esta similitud, el funcionamiento de sus mecanismos fue el origen de las cerraduras tal como las conocemos en la actualidad.
Desarrollo de la cerradura a lo largo de la historia
Las primeras cerraduras no eran más que pasadores de madera que se desplazaban mediante una guía y se colocaban en la parte posterior de las puertas.
Pero fue necesario esperar hasta el siglo XV para que se fabricaran las primeras cerraduras metálicas, esto debido a los avances en las labores de forja y herrería y también a las necesidades de sistemas de seguridad más efectivos. Estos mecanismos eran mucho más complejos y se cree que su uso mayoritario correspondió a los monasterios y encomiendas. Quizás por eso es que se les conoce como llave guardiana. Este sistema contaba con una especie de llave, fabricada en madera, que lleva talladas unas ranuras. En uno de sus extremos tenía unas prolongaciones de metal que empalmaban con unos pines de metal que estaban dispuestos en el interior del cuerpo de la cerradura. Cuando se giraba la llave, los extremos de esta encajaban en los pines y liberaban el mecanismo de cierre.
Aún transcurrieron unos muchos años, hasta que hacia finales del siglo XVIII apareció en Inglaterra un sistema de seguridad más tecnificado. Los artífices de este progreso fueron Linus Yale y su hijo quienes desarrollaron el modelo de tambor de pines y las cerraduras de combinación, respectivamente. El vástago, fiel heredero del oficio del padre, obtuvo en 1851 la patente de la primera cerradura para bancos. Sus investigaciones y pruebas le llevaron a crear, en 1862, la primera cerradura de combinación, llamada también de cuadrante secreto.
Cabe destacar los grandes avances que a lo largo del siglo XIX se lograron en materia de seguridad. La creación y perfeccionamiento de los cerrojos de palanca, los de dientes de clavija y los cilíndricos fueron innovaciones que se dieron en el transcurso de esos años.
¿Cómo funciona una cerradura?
Para entender el funcionamiento de una cerradura es indispensable conocer primero cuáles son sus partes. En primer lugar encontramos una pieza de hierro que contiene todo el mecanismo y recibe el nombre de palastro. Pero la pieza más visible y sobre la cual recae la responsabilidad de impedir que la puerta se abra es el resbalón. Este sobresale del marco de la puerta y en su cara interna, es decir la que da al interior del espacio que se desea resguardar presenta una superficie plana. Por el contrario, el lado exterior es inclinado y se encaje en un agujero en el marco de una puerta. Así, al intentar abrirla, el resbalón lo impide, pues actúa como un pasador. El resbalón está conectado a un pequeño muelle que lo recoge cuando se introduce la llave que acciona el muelle, permitiendo la apertura de la puerta.
La llave debe insertarse en un cilindro de metal que usualmente está situado en el centro de la cerradura (en los modelos convencionales). Este cilindro puede girar dentro del tambor y su perfil tiene varias perforaciones, cada una de las cuales posee una clavija que se divide en dos partes: el perno y el contraperno. Cuando se introduce la llave adecuada, estas partes son empujadas hacia arriba por un muelle situado en la parte superior. En caso contrario la clavija no permite que el cilindro gire, impidiendo de este modo que la puerta se abra.
Esto sucede porque el perno o el contraperno tropiezan con la línea de corte. La longitud de los contrapernos varía, pues depende de la profundidad de los dientes o serretas de la llave.
En resumen, para que las partes internas de una cerradura puedan accionarse es necesario que se utilice la llave que corresponde a ese cilindro, es decir, que tenga el dibujo o los dientes que calcen exactamente con los pernos y contrapernos.
Otras partes de las cerraduras
Además de las partes fundamentales que hemos mencionado, el mecanismo de una cerradura es un poco más complejo e incluye otras zonas que también cumplen un rol importante para el funcionamiento de estos elementos:
Tambor: Es una pieza que se inserta en el cuerpo de la cerradura, que posee una ranura llamada ojo de la cerradura o estría. A través de este agujero se introduce la llave en el tambor.
Pomo: También se le conoce como manija o tirador, y es la parte de la cerradura que podemos sujetar con la mano para girar el mecanismo o tirar de la puerta para abrirla. Solo se libera su movimiento cuando el mecanismo de cierre ha sido liberado.
Cilindro: aunque ya hemos mencionado esta pieza, tal vez aún no te quede muy claro de qué estamos hablando. Se trata del bombín, y es una pieza cilíndrica y alargada, cuya longitud es un poco superior a la de la llave que en él se inserta. La ranura que posee el cilindro se llama bocallave.
Bocallave: Es el orificio donde se inserta la llave, para poder activar el mecanismo de apertura de la puerta.
Cerradero: Si te fijas en el marco de la puerta, cuando está abierta, podrás observar una placa metálica con un orificio. Es allí donde se aloja el resbalón o pestillo, cuando está extendido.
Llave: es el dispositivo que permite accionar las piezas del interior de la cerradura, y varía de acuerdo al tipo de mecanismo. Existen muchos tipos de llave, pero las más comunes son:
- Llave convencional
- Llave de sierra o serreta
- Llave de seguridad
- Llave de paleta o paletón
- Llave de pompa
- Llave cruciforme
Cada una de las partes que conforman una cerradura desempeñan un papel específico para garantizar la seguridad y el adecuado funcionamiento del mecanismo. Se trata de un conjunto preciso, que debe calzar perfectamente, para que todos los engranajes se bloqueen o liberen, permitiendo controlar la apertura o cierre de las puertas.
El mantenimiento adecuado de las cerraduras es indispensable para que el sistema funcione sin contratiempos y no nos veamos en la penosa circunstancia de encontrarnos con una llave atascada o, pero aún, rota, dentro de la cerradura. Por eso conviene limpiar y lubricar el mecanismo, usando productos específicos para estos fines, como el grafito en polvo.
Asimismo hay que evitar tirar de la puerta con la llave encajada en el cilindro. Para abrirla lo recomendable es liberar los pernos o clavijas con la llave y empujar o halar la puerta con el pomo o manija, pues en caso contrario estaremos usando la llave como palanca y debilitándola.
Por otra parte, lo más recomendable es guardar las llaves originales y hacer duplicados para el uso diario. De esta manera tendremos un patrón más preciso al momento de necesitar un duplicado. Recuerda que las copias imitan el dibujo de los dientes de las llaves, y tras sucesivas copias del patrón hechas a partir de duplicados, este puede alterarse sutilmente e impedir el correcto encaje de la llave en la cerradura.
Asegúrate también de que la puerta esté perfectamente alineada, sin rozar el suelo o el marco, y que la cerradura encaje en el marco sin dificultad. Sobre todo cuando se trata de puertas de madera, es habitual que se expandan o compriman por los cambios atmosféricos y cualquier forzamiento terminará afectando el funcionamiento de la cerradura.
Es muy importante que si notas que la llave se traba o le cuesta girar, contactes cuanto antes a un cerrajero especializado para que revise la cerradura y detecte cualquier problema. En ocasiones bastará con hacer un nuevo duplicado de la llave o ajustar las bisagras y alineación de la puerta. En la medida en que continúes utilizando la llave y forzándola para abrir tu puerta se incrementan las posibilidades de que la llave se rompa dentro de la cerradura o quede trabada.
Ante cualquier inconveniente o avería con las cerraduras, o si has perdido tus llaves o deseas cambiar el mecanismo de cierre, consulta siempre con cerrajeros Fuente Alamo especializados que puedan ofrecerte una solución garantizada y fiable, que se adapte a tus necesidades y presupuesto. En cuestiones de seguridad no conviene dejar nada al azar ni actuar de manera imprudente. A fin de cuentas, es mucho lo que está en juego.